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El milagro de San Antonio en la peste

En el primer tercio del siglo XV el único convento femenino que había en Murcia era el de santa Clara (las Claras) y el segundo fue el convento de San Antonio de Padua, de las hermanas Concepcionistas Franciscanas.

En 1648, la ciudad de Murcia sufrió una de las más severas epidemias de peste de las que se tienen noticia.  


La situación llegó  adesbordar al pueblo murciano, las numerosas victimas de la peste.

El Cabildo eclesiástico y regular acordó hacer todo tipo de penitencias y rogativas a Dios para que les librara de semejante mal. Y de esta forma fue como un grupo de caballeros decidió el día de la víspera de San Antonio, asistir al Monasterio de las hermanas Concepcionista, solicitandole  sacar en procesión al santo de Padua en las calles de la cuidad de Murcia.


Al día siguiente, 13 de junio, una muchedumbre enfervorizada se arremolinó frente a la iglesia de San Antonio  y sacó en procesión una pequeña talla del Santo de Padua, esta recorrió como pudo las principales calles de la ciudad.

El cabildo y tambien la auoridada poítica en ese tiempo, hicieron la promesa perpetua, de acompañar todos los 13 junio a las hermanas Concepcionistas Franciscana de Murcia, en la festividad de San Antonio, como signo de gratitud y suplica, para toda la cuidad, por haber intercedido en los oemtos de la epidemia.

Esta tradición, se sigue realizando. 

Para toda la comunidad, es momento de gozo, gratitud, responsabilidad y acompañamiento espiritual  para con todos los habitantes de esta cuidad. 

Sin duda, la época más convulsa por el que atravesó el monasterio es la centuria comprendida entre 1835 y 1939.


El siglo XIX estuvo marcado por continuas crisis económicas, políticas y sociales, a las que el convento de San Antonio no pudo escapar.   

En 1869, los mismos revolucionarios que depusieron a Isabel II, firmaron la supresión del convento de San Antonio y ordenaron su desalojo, orden que finalmente no se cumplió por haberlo impedido en esta ocasión el pueblo que se concentró a sus puertas.   

En el siglo XX, con la llegada de la II República el 12 de mayo de 1931, las religiosas abandonaron precipitadamente su casa utilizando la puerta trasera del convento y refugiándose unos días en casa de sus familiares, no volviendo hasta el 24 del mismo mes.   

En 1934 la situación estaba lejos de mejorar, de modo que ante un clima cada vez más caldeado, decidieron de común acuerdo, aprovechar sus salidas del claustro, para ir poniendo a buen recaudo cuantas cosas de valor pudieran sacar, escondiéndolas en el edificio que posteriormente albergó la sede de Educación y Descanso.   

Dos años después, en julio de 1936 estalló la Guerra Civil.  


Tras una larga noche en vela esperando de un momento a otro el asalto de su Convento decidieron prudentemente abandonar nuevamente su hogar a primera hora de la mañana marchando la mayoría a casa de sus familiares y otras en casas de familias que las acogieron, donde permanecieron hasta el fin de la guerra.

De 1936 a 1939, el convento fue asaltado y profanado convirtiendo la hermosa iglesia en un simple almacén para víveres y ropa. Los daños que sufrió el convento durante estos años aciagos fueron irreparables destruyendo prácticamente todo incluso el archivo documental que fue pasto de las llamas.   

Las dependencias monacales fueron destinadas a viviendas para refugiados que las dejaron sumamente deterioradas. En 1939 las hermanas recuperaron su convento. Desde ese día se esforzaron por hacerlo habitable.